Sí, soy un gordo. No me mal interpretes, lo digo de corazón. De corazón gordo, claro. Hay gente que verá algo negativo en esta afirmación, pero yo solo veo una verdad de mi mismo. Una verdad verdadera: Soy un gordo, por mucho que esté en mi peso. Y es bueno admitirlo. O por lo menos, ser consciente de ello.
Ser gordo no es solo estar por encima de tu peso. No es solo el sobrepeso en sí. A mi entender es una forma de ver el mundo. Soy de esas personas que le gusta comer. Comer bien. Comer regular y comer mal. Comer en todos los sentidos. Es una de las experiencias más gratificantes que puede tener un ser humano. Me gusta no solo comer, sino sentirme saciado. El comer por encima de tus posibilidades como humano es una sensación maravillosa.
Además, unido a mi apetito voraz, me gusta estar constantemente tumbado, sentado o sencillamente en reposo. Ya sea leyendo, en una buena charla con amigos o viendo una película. El ejercicio físico no va conmigo. Creo que tengo demasiados hobbies low para gastar mi tiempo en deportes high.
La naturaleza me hizo así. A veces me planteo si soy perezoso por parte de abuelos maternos. Por eso todo esto, pienso que ser gordo es una actitud.
Escribo esta entrada para dejar un legado para el Andrés del Futuro. El tiempo deforma la realidad, pero si la escribes dejas una marca reconocible que te hace viajar hasta este momento, cuando estoy escribiendo estas líneas. Por eso, mi futuro yo, te escribo estas palabras:
Solo quiero recordarte una cosa: Has adelgazo 35 kg.
Espero que cuando vuelvas a leer esta entrada estés sobre los 65 kg, kilo arriba, kilo abajo. Pero que no te vayas demasiado, que nos ha costado unos 12 meses bajar esos 35 kg. No me seas cenutrio.
Si no me conoces, te pongo en antecedentes: soy ilustrador, trabajo en casa y estoy muy a gusto en mi estudio. Así que, después de 3 años de freelanceo, llegué a pesar más de 100 kg (103 creo que fue el record) y eso es mucho para una persona de tamaño reducido como yo (mido 1m con 69cm). Tenía que tomar cartas en el asunto. Ver un nuevo dígito en el peso del cuarto de baño marea a cualquiera. Además, desde hacía un tiempo me estaba costando dormir. No podía estar más de 40 minutos durmiendo profundamente. Y roncaba tanto, que me despertaba constantemente. Pero hasta que no uní que este malestar estaba directamente ligado a que había aumentado de peso, pasaron varios meses. Creo que literalmente me estaba ahogando con mi propio peso.
La chispa del cambio no la empezó una meditación profunda sobre el asunto ni una intervención de amigos o familiares. Fue todo más sencillo de lo esperado. En ese momento, varios amigos y conocidos, gorditos como yo, habían o estaban luchando para bajar de peso. Y ellos lo contaban por sus redes sociales. Eso me animaba a imitarlos, e intentar seguir sus pasos. Me sentía realmente reflejado en ellos. Gente como Miki, Raúl, Alex o Modesto estaban con su lucha personal contra su gordo interno. Ver el esfuerzo, unido a sus resultados, me hacía pensar que intentar bajar de peso no era tan descabellado. Yo lo había intentado varias veces, pero como máximo había bajado 10 o 15 kg, recuperándolos en poco tiempo.
Esto le siguió una tontería, pero que es el punto de inflexión de mi historia. Por twitter, Jose Jacas publicó una foto de su adolescencia con varios kilos de más. Jose en la actualidad es un chico joven, fuerte y delgado. No conocía su pasado pizzero y le pregunté qué había hecho. “Dejar de comer” me dijo. Sencillo y claro.
A partir de esta conversación tuitera se había hecho un hilo con varios usuarios. De ahí, hablando con Esther Coronado, me recomendó que lo mejor para bajar de peso era ponerse en manos de un especialista. Un entrenador y/o dietista. Me comentó que varios amigos y familiares habían tenido una buena experiencia de este modo y les había funcionado.
Yo no estaba 100% convencido. Son de esas cosas que siempre me huele a chamusquina. Vas, te cobran y al mes lo dejas. Además, normalmente en este tipo de especialistas te piden que hagas ejercicio, y como ya os he contado, eso me aburre y mi trabajo como ilustrador me deja poco tiempo para dedicarle. Está fuera de mi rutina diaria. Esther me comentó que hablara con Joan Carballo, que por profesión, estaba en una situación parecido a la mía, y en los últimos meses había bajado de peso (se había puesto to porno, to sexy), y daba la casualidad que justo había ido al mismo dietista que Esther.
Así que después de mucho pensarlo, meditarlo y marearme, me animé a ir al especialista. Y es una de las mejores decisiones que tomé.
Ahí me tienes a mi, con muchas dudas y con la cabeza muy liada, pero con solo una idea clara: tenía que bajar de peso por salud. No hablo de estética. Hablo de no quitarme años de vida. Si con 30 y pocos estoy así, no me puedo imaginar cuando llegue a los 40.
Solo tenía una premisa para el entrenador: “No tengo tiempo, ni ganas de hacer ejercicio”. Por suerte, cuando me vio, ya me dijo que eso, por ahora, era imposible. O bajábamos unos cuantos kilos, o podía hacerme daño físico. Recordad: soy pequeño. Mis rodillitas no podrían aguantar bien mi peso y podía lesionarme. Y como me recordaba siempre “La salud es lo primero”.
La consulta era sencilla. Cada dos semanas iba a verle. Me medía (peso, grasa corporal, etc…), veíamos cómo había ido y ajustábamos dieta.
Una dieta no muy loca. Pero ajustada. De esas que mides todo, que comes durante todo el día, pero sin pasarte. Parecía un hobbit. Con todo tipo de comida y alternando semanas más duras con otras más suaves.
Además de la dieta, me aconsejó andar mínimo 30 minutos diarios. Así que intenté hacerle caso. No se por donde había leído que había que andar 10.000 pasos diarios, así que teniendo el Antiguo Cauce del Rio Turia al lado de casa no había excusa (para los que no sois de València, solo os diré que es un parque que atraviesa la ciudad con 8 km de largaría).
La verdad es que era más fácil de lo esperado. El único momento de estrés fue el primer mes. La bajada de carbohidratos y azúcares hizo que me encontrara de un mal humor constante. Saltaba cada nada, todo me irritaba y quería comerme un mamut. A todas horas. A cada minuto. Supongo que era una fase de abstinencia. Rollo el mono de los que dejan de fumar. Le doy las gracias a Sonia por aguantarme todas mis salidas de tiesto.
Los siguientes meses ya fue relajándose la cosa. Aunque de mal humor constante, supe controlarlo, y el especialista fue ajustando las dietas. A los 7 meses había bajado 20 kilos. Sin hacer deporte. Solo con la dieta.
Durante ese tiempo empecé a comprender las medidas y los diferentes alimentos. A entender que tampoco tenía que centrarme solo en las calorías, sino en si eran grasas, hidratos o proteínas. Comencé a entender cuáles eran las medidas adecuadas para un adulto de mi edad y altura. Poco a poco fui re-aprendiendo a comer. Eso no quita que siempre quisiera comerme un caballo, pero el especialista me daba cuartel y me permitía pasarme de vez en cuando.
Con estos primeros 20 kg ya noté mucha mejoría. Con los 10 primeros dejé de dormir mal y los ronquidos desaparecieron. Con los siguientes 10 comencé a sentirme mejor físicamente. Aún estaba en 80 kg, un peso más normal en mi, pero ya empezaba a sentirme más yo.
Quería llegar a 65 kg, pero los siguientes 15 kg estaban costando más de lo que yo esperaba. La respuesta del especialista fue sencilla “haz deporte”. Terrible. Ya había bajado lo suficiente para poder hacer ciertos ejercicios. Así que después de hablarlo con Sonia, decidimos, por ciertas razones incluida en ellas la del peso, que el año que entraba íbamos a hacer cambios de horario en el estudio, trabajando solo las mañanas con jornada intensiva, y por las tardes iba a hacer el esfuerzo de ejercitarme todos los días. Así que los siguientes 4 meses empecé a correr. Has leído bien. CORRER. TERRIBLE.
No hay nada más aburrido que correr. De nuevo, el Antiguo Cauce del Rio y su pista de 5k iban a ser mi meta. Primer día: 10 minutos a medio trote. Un solo puente. 1,5 km. Me quería morir. Pero sabía que esto era para largo. No importa la distancia. No importa el tiempo. Solo importa hacer. Realizar el acto. Bajar y correr. NADA MÁS.
De nuevo, saliendo todos los días, pasé de esos 1,5 km a los 15 km. Bajé los siguientes 15 kg y llegué a los deseados 65 kg.
El día que le dietista me dijo “Andrés, enhorabuena, estás en normopeso. Ya no estás en sobrepeso” fue una alegría. Había bajado de obesidad a sobrepeso, y de este a normopeso. Todo el esfuerzo había tenido sus resultados. Y fue ahí cuando me di cuenta de una cosa: En todo el proceso, la dificultad no era la dieta, no era el hacer ejercicio. Era la lucha contra mi mismo. Una lucha contra mi “yo animal”. Mi “yo gordo”.
No te engañes, por mucho que haya bajado y coma adecuadamente, sigo con ganas de comerme un caballo. Bueno, a lo mejor un poni. Correr sigue siendo igual de aburrido. Pero entiendo y siento las ventajas de salud que reporta estar en un peso adecuado. Mi “yo racional” ha vencido a mi “yo animal”. Un combate de 12 meses. Había conseguido luchar contra ello y salir victorioso. Todo se trata de esto, de saber tus debilidades y luchar contra ellas para ser mejor ser humano. Una mejor persona. Pero todo empieza y acaba en ti mismo.
Ahora me encuentro mejor. Ya no tengo una dieta estricta, sencillamente me controlo. Aunque hay días que me paso comiendo, sé como controlarlo y bajarlo. Siempre estaré cinco kilos arriba, cinco kilos abajo. O incluso puede que más. Pero esto será una lucha constante. He vencido combates y batallas, pero la guerra continúa. Solo que ahora es más sencilla, porque ya se las reglas. He aceptado que soy gordo, a todos los niveles. Puedo controlar mi gordura, ser consciente de ella y controlarla.
¿Es duro? Mucho ¿Es difícil? Ni te imaginas si no has vivido la situación ¿Volveré a caer y a engordar? No lo dudo. Estoy seguro de ello. De ahí que escriba estas palabras: Andrés, volverás a aumentar de peso. Ganarás unos kilos de más y la ropa no te entrará, pero una vez derrotaste a tu “yo” más vago y perezoso. Puedes volver a hacerlo. No estás solo. La energía de todos los gorditos del mundo está contigo. Eres un gordo muy cabezota y sabes que puedes con ello. Solo céntrate y hazlo. ¿Qué hora es? No importa. Ahora es buen momento para bajar y correr lo que tu cuerpo aguante. Piensa en lo que estás comiendo, y que alimentar libremente a esa bestia interna no es bueno. En la medida está el secreto. En el control está la verdad.
Yo creo en ti. Los gordos creen en ti. Sé un gordo, pero un gordo en su peso adecuado.
PS: Quiero dar las gracias a todos los que conscientes o no, directa o sin quererlo han hecho que pueda con estos 35 kg. Gracias Jose, Esther, Carballo, Miguel, Raúl, Alex, Modesto y sobretodo a Sonia por darme apoyo.